miércoles, 17 de octubre de 2012

El consumo de austeridad ha pasado a ser un valor



El consumo de austeridad ha pasado a ser un valor → austeridad ahorrar consumo dinero
La austeridad se vuelve chic.
Será que hemos abierto los ojos ante la sabiduría económica de los abuelos, será que la necesidad obliga, o que el sentido común ha acabado por vencer a la fanfarronería del derroche. Antes de la crisis, quizá podía resultar de buen tono, o como mínimo aceptable, alardear en público del nivel personal o familiar de gastos y de un tren de vida high cost. Pero la crisis ha puesto muchas cosas en su sitio, y los ciudadanos se han habituado a vocablos como austeridad, sobriedad, frugalidad…, virtudes ahora percibidas como más acordes con los tiempos. Empiezan incluso a marcar tendencia: ser austero es cada vez más chic.
Ahora, en las relaciones sociales, no parece haber problema en admitir que se compran ciertos productos en un supermercado y otros en otro establecimiento por razón de precio; en comentar el remiendo o añadido a la bata escolar del niño y el trueque de ropa infantil entre vecinos; o en relatar cómo se cocina aprovechando sobras de platos anteriores, que acaban en la fiambrera que se lleva al trabajo.
También surge el orgullo de quien es capaz de hornearse el pan en casa o de tricotar bufandas y, en general, de autoabastecerse de determinados bienes en vez de comprarlos.
“El consumo de austeridad ha pasado a ser un valor, y eso está ocurriendo en hogares de países como España, Estados Unidos o el Reino Unido, donde las razones del cambio económico son distintas, pero están produciendo hábitos parecidos -explica el economista Gerard Costa, director del Observatorio del Consumo de Esade-.
Ahora hay un consumidor que no quiere gastar porque sí, y que no se avergüenza de exteriorizarlo”. Artículos y blogs del ámbito anglosajón se han hecho eco de cómo la frugalidad se está volviendo trendy.
En España, este comportamiento se da en familias que no necesariamente necesitan reparar tanto en sus gastos. Según las estadísticas que maneja el Observatorio del Consumo, frente a un 25% de familias que lo están pasado mal para llegar a fin de mes, y frente a un 10% que nadan en la abundancia, hay un 40% de hogares que no nota la crisis, y un 25% que no está pasando dificultades pero sí percibe casos graves en su entorno familiar, laboral o vecinal. Es en ese grupo que suma el 65% de los hogares donde se detectan “cambios profundos en el consumo enfocados a la austeridad, a pesar de no tener dificultades grandes -aclara Costa-. Pero luego esas mismas familias son indulgentes consigo mismas si deciden darse un capricho”.
Otra cuestión es si este cambio de hábitos está provocando una revalorización de las virtudes para la economía general del comportamiento económico del ama de casa, sea esta a tiempo completo o parcial, sea esta figura desempeñada por mujer o por varón.
“El ama de casa en un ámbito microeconómico debe administrar un presupuesto limitado y cubrir distintos gastos -arguye Mey Zamora, autora del libro Dulce hogar. Un retorno a lo esencial (ed. Plataforma), publicado en 2009, ya en plena crisis-. Es un modelo extrapolable a otras escalas. Los malabarismos que siempre han hecho las amas de casa para llegar a fin de mes, en la situación actual resultan un buen ejemplo de administración económica”.
De hecho, el rol de la economía doméstica es invocado incluso en política. La canciller alemana, Angela Merkel, ha alabado en discursos a la ahorradora schwäbische Hausfrau (el ama de casa de la región de Suabia, en el sur de Alemania), ejemplo histórico de frugalidad en el trabajo doméstico y gestión equilibrada del presupuesto familiar. El ejemplo cunde allí: la Deutscher Hausfrauenbund (Unión Alemana de Amas de Casa) organiza cursos sobre cómo llevar el hogar, atenerse a un presupuesto familiar y no endeudarse.
“En la economía doméstica, ahora más que nunca, hay que buscar máxima calidad al mejor precio; siempre es positivo compartir información doméstica -tercia Mey Zamora-. Cuando alguien de confianza te recomienda una receta, una oferta de un producto o una tienda, le haces más caso que a un anuncio”.
En realidad, las amas de casa españolas interiorizaron el factor crisis hace ya cuatro años, y empezaron a ejercer una jefatura de compras más austera, basada en la elección de marcas blancas y en la fragmentación de la compra, es decir, abandonaron la adquisición masiva del fin de semana en grandes superficies para volver a supermercados de proximidad y tiendas de barrio, y “dedicar más tiempo a comprar mejor”, resume Costa. Un estudio del Ayuntamiento de Barcelona confirma ese retorno al barrio de residencia para adquirir el 90% de los productos de alimentación, droguería, farmacia y herbolario.
“Siempre se acaba haciendo de la necesidad virtud, es lo que en términos biológicos llamamos adaptación -concede Norbert Bilbeny, catedrático de Ética de la Universitat de Barcelona-. Pero aquí hablamos de austeridad forzada, no voluntaria, originada por la avaricia humana y agravada por gobiernos incompetentes. Eso afecta a consumidores, usuarios y ciudadanía en todos los aspectos de su vida cotidiana, y va siendo pobreza y miseria más que sencillez y frugalidad”. Concluye, pues, Bilbeny que no se debería “hablar en positivo de una privación forzada e injusta”.
Habría que dilucidar también si este enfoque económico del hogar como empresa que la crisis potencia hará que hombres y mujeres compartan más las tareas domésticas. Mey Zamora se muestra optimista:
“La crisis nos ha hecho volver a nuestras casas y entender que el hogar es nuestro primer anclaje en el mundo.
Cada vez más hombres y mujeres quieren compaginar bien su vida familiar con su vida profesional, y eso implica un planteamiento de tiempos y dedicación para gozar de mayor calidad de vida”.
María Paz López
Fuente: La Vanguardia

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